Comparte y vencerás

Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.

– Jorge Drexler –

“Divide y vencerás” dijo Filipo de Macedonia allá por el siglo IV A.C, no le faltaba razón, con su táctica consiguió gobernar el territorio romano sin revueltas. Ahora, en pleno siglo XXI, la investigación en psicología social ha demostrado que dividir, o en este caso compartir, con el fin de obtener mejores resultados no es ninguna locura.

La psicóloga Sonja Lyubomirsky analizó durante meses los comportamientos de diversos profesionales en sus puestos de empleo y llegó a la conclusión de que las personas más generosas se mostraban menos irritables, tenían mejor apetito, mejor calidad de sueño, reducían sus síntomas depresivos y se sentían más comprometidas con su trabajo. Además de todo ello, eran capaces de generar una mejor conexión con las personas que los rodeaban. La investigación está demostrando que en la medida en que seamos generosos, crearemos un entorno mucho más agradable a nuestro alrededor y conseguimos que beneficie también a las personas con las que interactuamos.

Simplificando podemos decir que la generosidad es como estornudar, se contagia. Además, y al contrario que el molesto exabrupto, ha demostrado mejorar el bienestar de la persona que la practica.

El autor Adam Grant, en su libro Dar y recibir, describe tres tipos de personas. En primer lugar aparecen los donantes, esas personas que están siempre predispuestas a ayudar a los demás y que lo harán siempre que el beneficio para la otra persona sea superior al coste que tiene para él ofrecer la ayuda. Por otro lado están los receptores que son aquellos a los que les gusta obtener más de lo que ofrecen y lo consiguen anteponiendo sus intereses a los de la otra persona. Y para finalizar, se encuentran los equilibradores, aquellos que se esfuerzan por preservar el balance entre dar y recibir, ofrecen su ayuda a cambio de una ayuda similar y lo hacen con aquellas personas que lo hicieron antes por ellos.

La generosidad es una manera de entender la vida, más allá de ser una habilidad. Está relacionada con la capacidad de dar y de entregarnos, de cuidar a los que nos rodean. Esta capacidad parte de una concepción mucho más positiva del mundo: Seré más feliz en la medida en que no acumule, sino que comparta. Ahora bien, ¿puede desarrollarse? Sí, aunque primero hay que estar dispuesto a hacerlo. Por ello, los estudios que demuestran que impulsar la generosidad nos hace más felices ayudan a los más escépticos a explorar este camino. Veamos algunas sencillas sugerencias para comenzar a ofrecer nuestra generosidad con mayor frecuencia.

1. Analiza qué actos generosos has tenido con las personas de tu entorno en la última semana. Enuméralos e intenta superarlos durante los próximos siete días.
2. Despréndete de lo que no uses. Revisa los armarios, tu desván y la mesa de trabajo, atrévete a regalar cosas aunque te resulte doloroso.
3. Abre WhatsApp. Observa si en tus conversaciones hay más interés por hablar de ti o por escuchar las necesidades del otro.

La generosidad se entrena, así que te animamos a empezar con estos sencillos consejos. Por mi experiencia puedo asegurar que lograr ser más altruista y generoso favorece que, al terminar del día, lejos de estar cansado y agotado, sienta cargadas “las pilas” y me vaya a dormir algo más feliz.

Por tanto, ya sabemos que la generosidad se contagia, mejora el clima social y nos hace sentirnos mejor con nosotros mismos. Así que sé generoso y recuerda que nada se pierde, todo se transforma.

“La generosidad no necesita recompensa; se paga a sí misma.”

– Hippolite de Livry